#1

Sólo recuerdo el capó,
rojo brillante,
y la farla, blanco mate, sobre él;
yo volviendo a perder el oremus;
llegar a casa con los colmillos translúcidos
con dos Lunas nuevas metidas en mis córneas
y el cielo azul como una cruz sobre la espalda.

Llenarme el cuerpo de basura no me sirve
-mal que me pese-
aunque sea fácil,
-mal que me pese-
aunque me duelan los ojos.
Porque cuando dejo de ser
dejo de ser pero sigo haciendo,
y pierdo el cariño
por una hoguera donde ardo;
por una duna que me engulle,
que si me pesan de verdad.

No obstante ya lo he visto,
he pisado este camino antes,
y sé- porque otra cosa no, pero sé- la dirección que tomar.
Y es que lo alisé con amor cuando niño
y ahora lo voy a asfaltar con disciplina como adulto,
encontraré las llaves y abriré la puerta,
dejaré que el aire fresco me lave la máscara y la cara,
porque debo,
debo volver a oler el césped recién cortado
y sentir el calor de la piel contra el Sol,
porque debo volver,
a otras esencias, mejores predominancias,
y ponerme en pie,
pero esta vez a la primera,
con el corazón crecido y los ojos limpios;
con tierra firme y agua clara entre mis manos.

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