#9

 Me crecen las caras igual que los corazones,
a latidos,
pero da igual,
hay punto y final al desvanecimiento.
Hay una progenie de inercias en mi boca
que sacan al Sol de su pereza...
Y estoy ahí,
con la ceniza en los tobillos y el ardor en la cabeza.

No me voy a detener,
ni en los cristales, ni en el asfalto maduro,
ni en los conductos de la noche
ni en la perversión de mis prismas.
Me royeron las riendas sus colmillos
pero a estas alturas
siguen el curso
por mi ternura y mi rugido.

Y no lo ve el cielo,
porque solo ve mi brillo...
No lo ve la tierra,
porque solo ve mi brillo...
Pero te acomodaré las nubes, traeré las flores;
te besaré la lengua hasta que el día empiece
con mi infinitud de labios;
y tú sí verás -detrás del brillo-
mi sonrisa y pupilas inestables.

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