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#11

  Todo el mundo, entero, a un lado de la balanza -todo lo que cabe en él- para que pese más que mi corazón inflamado. Aunque tengo esta coraza hecha de acero, esta mirada de plata; aunque tengo esta lengua de oro y una cota de malla llena de dragones grabada, el mundo no me pesa nada y salto. Se me caen las piedras semipreciosas de la boca -sin querer- igual que las lágrimas, que la saliva, que las caricias sobre tu piel mientras salto alrededor del fuego. Hasta que invoco con mi respiración al pasado y los relámpagos del corazón me llegan hasta el fondo del cerebro... Hasta que salto, y aterrizo en los surcos que he dejado, en la tierra encaminada, siguiendo los pasos profundos de un árbol retorcido. Entonces empieza la extenuación de las debilidades, el galopar sin sombra de las sensaciones, mientras cargo solo el peso que me importa y me quedo solo con el tesoro que no pierdo.