#8
Niña mía -trébol del asfalto- de qué me sirve la palabra sin tus tímpanos; el nervio duro tras la sonrisa sin la amapola de tus caricias. -De nada-. Sédame ahora, porque hablar ya no me sirve. No sirve, Reina mía, decir que nada duele, que el mundo es nuestro; descorchar la visión e inaugurar la realidad abriendo las puertas a palanca... No sirve cuando se me mete el frío en las manos y se espesa el fango; cuando el musgo está hecho de adoquines... Pero la piel es piel y la tuya es miel, flor de sotobosque, polen de memoria. Y entonces sirve. Y sirve no ir sedado para calentar mis dedos en el fuego de tus ojos; para distinguir y hablar con las cuatro hojas de tus labios...